El hombre de la mala suerte

Hace días que me ronda por la cabeza una historia que me cautivó bastante. Esto era y no era y si es cierto bien y si no también.
Este hecho sucedió hace un montón de años en el pueblo de Vila Presto, donde todo el mundo tenía mucha prisa para hacerlo todo. Trabajo que tenían, trabajo que terminaban con rapidez.
Siempre trabajaban, no sabían hacer otra cosa. No se habían parado a pensar nunca en ellos mismos. ¿Qué les gustaba hacer, qué sueños tenían, estaban contentos sólo trabajando?, cosas de estas que uno se pregunta a veces, ¿No es verdad?
Nil, era un señor muy inteligente y su oficio era de relojero. Siempre iba acicalado, con sus botas brillantes y sombrero. Su afán era poder leer libros pero no tenía tiempo. Pero un día decidió hacer un largo viaje al pueblo vecino “Vilahojas”, porqué se enteró que la gente tenía un par de horas al día para leer y esto era sagrado para ellos.
-Ohh! poder leer, esto es lo que yo quiero, pero no tengo tiempo. ¡Cómo me gustaría poder ir y compartir sus lecturas!
Hoy era su cumpleaños y sus amigos le regalaron lo que más le gustaba, ¿sabéis qué, no? Está claro, libros. Y se dijo:
-Hoy será mi día, pase lo que pase leeré tranquilo en mi butaca.
Cerró los ojos y con los brazos abiertos inspiró profundamente, abrió los ojos y sacó todo el aire muy despacio.
-Sí esto haré hoy –dijo Nil.
El señor José entró en la relojería con un reloj medio roto.
-Buenos días Nil.
-Buenos días José.
-Te traigo lo que queda de este reloj, mira, mira, no va ni a tiros.
Tranquilo José, yo lo arreglaré, no sufras.
Y José se fue.
Nil los arreglaba todos tardara lo que tardara. Y cuando lo miró quedó fascinado al ver tanta belleza.
Las manecillas del reloj iban a toda prisa y Nil las seguía con la mirada. Daban vueltas y vueltas y los ojos de Nil también, su cabeza giraba y griva hasta que cerró los ojos y quedó hipnotizado.
Cuando los abrió contempló la sala, pero no era donde trabajaba arreglando relojes. Ya no llevaba botas brillantes ni sombrero.
Se encontraba en una enorme biblioteca. Las paredes estaban vestidas de libros. Su mirada iba contemplando cada rincón del aposento y era como si tuvieran vida y le decían:
-Cógeme, cógeme, léeme, léeme.
En medio del aposento había un gran y bonito sofá. Se sentó, era muy cómodo y extendió los brazos.
-¡Ohh! –dijo.
No tuvo tiempo de coger ni elegir ninguno de los libros, ya tenía uno en sus manos, miró la cubierta y se fijó en el nombre, “El hombre de la mala suerte”.
-¡Caramba! dijo en Nil, tantos que hay y ¿tengo que leer este? Está bien, lo leeré.
Se levantó y fue a buscar las gafas que estaban encima de la mesa, se las puso y a continuación fue corriendo hacia el sofá, ¿De qué hablaba aquella historia?
Mientras corría tropezó cayendo su cuerpo en el suelo y las gafas se rompieron.
Nil se quedó sin hacer realidad su gran sueño. Había leído su propia historia.
Y he aquí que todo esto es tan verdad que quizás nunca ha pasado.
Nati Regàs
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Muy buen final Nati, aunque hay cosas que yo cambiaría, pero eso ya es cuestión de estilos, el relato está chulo.
Un relato con muchas posibilidades, está interesante. Dale unas vueltas a la escritura. Animo compi.
Es un cuento con un trasfondo muy bonito. Yo creo que también sería un buen comienzo para un libro de literatura infantil.